El ensayo hace referencia al inicio de una etapa de experimentación plástica peruana que empieza a gestarse a fines de la década de 1970 y que responde al requerimiento de nuevas formas de representación y a una nueva plataforma de circulación socio-económica. Según el autor, dicha experimentación encuentra un ámbito propicio debido al desarrollo trunco, en el Perú, de un proceso de “monumentalización” de los espacios públicos vinculado a la estética de la modernidad. En dicho proceso, por ejemplo en las capitales europeas y en determinado momento del siglo XX, se deja de lado la representación figurativa que había tipificado la escultura pública del siglo XIX. El autor no da detalles de lo que considera este fracaso, en el Perú, de las nuevas formas de monumentalidad en la modernidad. En cambio, pasa directamente a enumerar proyectos de carácter experimental que encajan en la categoría de lo no-objetual ya que evidencian no solo la condición de lo efímero (cuyo núcleo básico se remite a un acontecimiento estético aportado por la mirada de los artistas que los proponen), sino también el poco interés de instituciones para favorecer su desarrollo en el medio local. Entre estos proyectos están: “Escultura horripilante” de Jorge Eduardo Eielson, “Un cuarto de escultura” de Emilio Rodríguez Larraín y “Por aquí pasamos” de Juan Javier Salazar.