El texto es un estudio de las posibles causas de por qué las manifestaciones culturales tuvieron, durante el año 1997, poca relevancia en la sociedad limeña. Se plantea como una de las causas, la falta de un imaginario colectivo que, desde el ámbito de la plástica peruana, permita plantear vasos comunicantes con el resto de la cultura. Es decir, con aquello que sea compartido por todos en correspondencia con determinado momento histórico. Por otra parte, otra causa resulta de percibir cómo, por la forma sucesiva en que se presentan los artistas en los ambientes de exposición, las artes visuales presentan características de espectáculos masivos. Y al hacerlo dicha caracterización trivializa cualquier impacto posible. Una tercera causa sería la falta de información —de la opinión pública local — acerca de publicaciones e investigaciones sobre la historia de la plástica peruana que podría ser suplida por la postergada creación de un Museo de Arte Contemporáneo. Todo ello muestra un panorama de carencia que obran en desmedro de la existencia de un imaginario colectivo acerca del sentido del arte, en el que también juega la escasa participación de las instituciones públicas y privadas, como los colegios, universidades, galerías de arte y museos. El artículo propone entonces que la crítica de arte debería trabajar dentro de una franja limítrofe, retomando su carácter de investigación y alejándolo de aquello que lo limita a ser una simple crónica de acontecimientos.