El autor define el arte conceptual como un replanteamiento del arte tradicional debido a la crisis de sensibilidad contemporánea. Esta crisis, que “no significa la pérdida de sensibilidad sino el paso a otro tipo de sensibilidad”. Castrillón ubica dicho replanteamiento bien atrás en la historia del arte Occidental, a partir del Impresionismo. De lo que se trata es de la progresiva desaparición del objeto artístico. Sin embargo, para el autor no existe lo no-objetual absoluto (obra de arte sin soporte material) e identifica lo conceptual con los proyectos, ya sean procesos, relaciones, juegos mentales, asociaciones, entre otros. Paralela a esta crisis de sensibilidad se produce también otra crisis, la del objeto que, en el mundo del arte, entre algunos artistas y teóricos ha llevado a considerar al objeto representado como una mercancía más. De esta manera se elabora una crítica de las ideologías implícitas en las valoraciones estéticas del capitalismo tardío. En el caso peruano, el autor señala dos momentos importantes de expresiones vanguardistas. El primero, entre 1948 y 1956 aproximadamente, se produce la apertura hacia el exterior y se da paso a la abstracción. El predominio de la abstracción, posteriormente, se convertirá en una ideología académica. El segundo, entre las décadas de 1960 y 1970, surge primero de prácticas de experimentación en ambientaciones, performances y otros, con el apoyo del crítico Juan Acha y, luego, ya en la segunda mitad de la década de 1970 con colectivos de arte como Signo x signo, Paréntesis y EPS Huayco.